Es lo que hay, ¡qué pena!

La expresión “es lo que hay” se oye mucho actualmente entre los ciudadanos y sirve para describir una actitud y un estado de ánimo determinado y bastante generalizado entre la ciudadanía.

Pero el significado más interiorizado de dicha expresión nos induce continuamente a mantener una actitud de conformismo y de renuncia a tomar iniciativas en nuestras vidas.

En la medida en que “es lo que hay” lo llevemos a la realidad cotidiana, se nos está diciendo permanentemente: déjate de objetivos, de ideales y de utopías y atente a la realidad. Y por lo tanto, no te hagas ilusiones.

Por ejemplo, que los salarios son muy bajos, es lo que hay. Que la corrupción se ha normalizado en este país, es lo que hay. Que el desempleo sigue siendo muy elevado, es lo que hay. Que la violencia machista continúa creciendo, es lo que hay. Que la mayoría de los contratos laborales son precarios, es lo que hay. Que la justicia no es igual para todos, es lo que hay. Que las urgencias hospitalarias se colapsan, es lo que hay. Que el nivel de fracaso escolar no disminuye, es lo que hay. Que los dependientes permanecen sin las ayudas imprescindibles, es lo que hay. Que los pensionistas pierden poder adquisitivo cada año, es lo que hay. Que las desigualdades sociales aumentan, es lo que hay. Es lo que hay, es lo que hay, es lo que hay…

Si consideramos que todo esto es así, nos encontramos ante la realidad de una sociedad inmovilizada e individualista. Aceptamos todo lo que nos pasa y nos conformamos sin rechistar con todo lo que nos echan.

Nos han comido tanto el cerebro que asumimos, con una normalidad que asusta, la idea de que no podemos hacer nada, que nada puede cambiar. Como si la pobreza, las desigualdades, el paro o la precariedad laboral que padecemos fuera el resultado de una acción de las fuerzas incontrolables de la naturaleza.

Y no es así. ¿O acaso no existen responsables, con nombres y apellidos, de lo que nos ocurre en la actualidad? De tanto repetirlo, han conseguido gravarnos a sangre y fuego “esto es lo que hay” y, por tanto, han conseguido convencernos de que nada podemos hacer. Sólo lo que ellos (otros) nos ordenan para sus propios beneficios e intereses. No hay alternativas. O lo que es lo mismo: el sí o sí.

De tal manera es esto lo que ocurre, que los poderes fácticos están contentísimos y muy satisfechos, ya que han conseguido paralizar cualquier intento de protesta, de reclamación o de iniciativas sociales de cambio real.

Han conseguido multiplicar sus riquezas a coste cero. Sólo inmovilizando o frenando cualquier intento de protesta o de cambio, mediante el reparto masivo de dosis de miedo a la ciudadanía.

Está claro que hasta que los ciudadanos no reaccionemos de manera coordinada, solidaria, pacífica y democráticamente contra este estado de cosas, nos seguirán machacando, manipulando y mintiendo sin piedad cada día.

Por todo ello, es imprescindible acabar con “es lo que hay” y tomar la iniciativa para planificar nuevos objetivos sociales y políticos que liberen a los ciudadanos de ataduras y de los miedos inculcados de manera interesada.

Sólo así, podremos conseguir una sociedad más justa. El concepto de “es lo que hay” es igual a conformismo, inmovilismo y gregarismo. Desterremos esa expresión de nuestra vida cotidiana. ¡No a “es lo que hay” y tomemos de una vez las riendas de nuestras vidas!

En otro orden de cosas, afortunadamente vivimos en una sociedad plural, en la que tenemos unos principios básicos comunes de convivencia, pero que luego permiten un amplio abanico de interpretaciones y pensamientos.

Uno cree en una España plural en lo lingüístico (incluyendo nuestra peculiar forma de hablar el español), en lo cultural, en lo político y en lo nacional o territorial. Por eso pensamos que las amenazas homogeneizadoras actuales nos empequeñecen y nos hacen menos libres. Consideramos que sólo desde el respeto a las ricas particularidades territoriales es posible construir un proyecto común de país atractivo, convincente e integrador.

Por todo ello, resulta preocupante el regreso a otros tiempos en los que se secuestraban libros, se censuraban obras de arte, se prohibían los carnavales (intentos de criminalizar a drag queen) o se encarcelaban a cantantes y titiriteros. El retroceso en la libertad de expresión es evidente.

Como ha señalado la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Canarias: “Ni una letra más tachada, ni un libro más secuestrado, ni un cuadro más descolgado”.

O como ha escrito el periodista Enrique Bethencourt: “Lo sucedido en los dos últimos años confirma que las izquierdas son insuperables en su capacidad de enfrentamiento”. Y continúa, “Entre líneas rojas de unos y otros en determinados asuntos, han conseguido que se mantenga la línea azul de la reforma laboral, la LOMCE o la Ley Mordaza. Todo un éxito”.

Y de aquella ilusión y posibilidades de cambio, hemos pasado rápidamente al panorama actual de decepción, de conformismo, de desmovilización, de crecimiento de la derecha y del centralismo. ¡Qué pena!

Fernando T. Romero Romero

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies